LA TETA LO HARÁ DEPENDIENTE...

Definitivamente el tema de la lactancia desata pasiones. Por un lado, están las madres que dan de lactar, que lo disfrutan tanto como sus bebés, y que defiende la lactancia por todo lo que significa (alimento, contacto, amor, vínculo). Y por otro lado están aquellas madres que consideran lo importante que es destetar “al año”, ya que eso favorece la independencia del niño. Y con este post no quisiera ir en contra de nadie porque creo que cada madre toma una decisión en función de lo que cree que es mejor para su niño y es totalmente válido. Pero si quisiera brindar mayor información sobre la relación que existe entre la lactancia (más allá del año) y la independencia del niño.

 

Primero, tendríamos que empezar por definir “independencia”. Y para ello voy a tomar como referencia a Carlos Gonzáles, pediatra español que define la independencia del niño de la siguiente manera: “Queremos que nuestros hijos sean independientes pero que hagan exactamente lo que les digamos. En realidad, lo que mucha gente piensa cuando dice «quiero que mi hijo sea independiente», es «quiero que duerma solo y sin llamarme, que coma solo y mucho, que juegue solo y sin hacer ruido, que no me moleste, que cuando me voy y lo dejo con otra persona se quede igual de contento». Pero ese no es un objetivo razonable, ni para un niño ni para un adulto. El ser humano es un animal social, y por tanto nuestra independencia no consiste en vivir solos en una isla desierta, sino en vivir en un grupo humano. Necesitamos a los demás, y los demás nos necesitan.

Mucha gente puede pensar qué función cumple el pecho en un niño grande que ya puede comunicarse para pedir, dar y recibir afecto de otras formas; del mismo modo podríamos preguntarnos qué función cumplen las caricias, los besos, contar un cuento o jugar al fútbol con su padre. El que haya otras formas de comunicarse no significa que una de ellas (en este caso, el pecho) esté prohibida, sino que resulta que se puede dar y recibir afecto de varias formas a la vez.”

 

Hay una fuerte presión en la sociedad por «fabricar» niños independientes antes de que estén maduros para ello, provocando como consecuencia chicos pseudo-independientes, con una personalidad insegura y una gran sed de apoyo externo.

 

Vivimos en una sociedad que premia la independencia y la autosuficiencia, y en la que se da muchísima importancia al hecho de que los bebés progresen rápidamente: el que gatea antes, al que le salen antes los dientes, el que duerme toda la noche de un tirón, al que le hemos quitado el pañal antes, el que come mejor.... El problema no es la dependencia, sino la «independencia» forzada por las circunstancias. Cuanto mejor es la relación con la madre, mejor tolera la separación; es decir, menos «dependiente» es.

 

Finalmente, es cierto que la lactancia no es el único lazo que une a la madre con su bebé  (aunque es uno de los más importantes) pero tampoco creamos que la independencia del niño se formará por dejar de dar el pecho o por forzarlo a hacerlo para volverlos independientes.

 

La lactancia está llena de mitos, leyendas, tabúes y prejuicios que por falta de información, difundimos y terminamos por confundir a aquellas madres que disfrutan la lactancia pero que pueden llegar a sentirse culpables por todo lo que escuchan. Respetemos las decisiones de cada una pero evitemos ir en contra de un comportamiento humano que es totalmente natural, sano, recíproco y valioso como es amamantar.  

 

Obst. Jennifer Lihim

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